sexta-feira, 12 de dezembro de 2025

Pesca de Espinho

 por Miguel de Unamuno

La costa portuguesa en este distrito de Aveiro, al Sur de Oporto, es de una triste monotonía. Una larga playa baja, de fina arena, y cadenas de dunas coronadas á veces por los pinos, que llegan á mirarse en las aguas. Trechos hay, como este de Espinho, en que el mar avanza, ó, mejor, la costa se hunde. A este pueblecito se le está tragando el mar, y muy de prisa.


Praia de Espinho, Faustino António Martins, F. A. Martins, FAM Martins & Silva, MS, 1113 c. 1900.
Aveiro Cultura

El canal tiene aquí, por otra parte, algo de campesino ; parece como que se ruraliza. Sus lindes se confunden en muchas partes ; penetra en la tierra por lenguas de agua. Hacia Estarreja suelen verse velámenes de barcas cruzando un maizal, y en éste, al pie de los árboles, junto á los bueyes, remiendan y arreglan las redes de pesca las mujeres.

Espinho. Barco da pesca e costume, ed. Alberto Malva, década de 1900.
Aveiro Cultura

El campo y el mar verdes, como que se abrazan y mezclan bajo el cielo azul, ofreciéndonos la más fiel imagen de este Portugal campesino y marinero que con los leños de sus bosques aró los más remotos océanos. Y estas sus largas odiseas,


Espinho. Apparelhando o barco de pesca, ed. Violeta Primorosa (reimpressão n° 17), c. 1910.
Delcampe


Por mares d'antes nunca navegados

empezaron, sin duda, por las pesquerías. A los pescadores fué á quienes enseñaron á marear los genoveses, maestros en el arte de los rumbos.

Hay algo de dulce y de manso en este mar, que, aunque á menudo bravio, viene blandamente á besar la tierra y á mezclarse con ella, que no le opone erguidas rocas ni abruptos acantilados. Desembocan en él ríos mansos como el Vouga, y recueida uno el atrevidamente poético rasgo de Tomás Ribeiro cuando, en su lamentable D. Jayme, decía que el mar viene á ahogar su sed angustiosa en el sabroso néctar de los ríos portugueses.

O mar na terna lida porfiosa,
cansado de correr largos desvios,
vem aposar á sede angustiosa
no saboroso néctar de teus ríos.


En esta parte de la costa portuguesa, junten al labrador vive el pescador. Aquél siembra el lino y hace las cuerdas de las redes con que éste pesca, le provee de las maderas para sus barcas.

Espinho. Preparando o barco de pesca, ed. Violeta Primorosa (reimpressão n° 20), c. 1910.
Delcampe

Aquí, en las arenas de esta playa de Espinho, se ven descansar, de proa al mar, las barcas pescadoras. Recuérdanme lo que debieron ser las naves con que los aqueos arribaron á Troya, las naves homéricas. Son, de hecho, como ejemplares sobrevivientes de una especie ya en otras partes extinguida.

Espinho. Preparando barcos de pesca, ed. Violeta Primorosa, c. 1910.
Aveiro Cultura

Tienen, en efecto, algo de primitivo estas barcas sin quilla, fondo plano como el de las chalanas con su apuntada proa al modo de las góndolas, y en ella una cruz de remate. Viéndolas en tropa, cual extraña bandada de aves en reposo, diseñarse sobre el cielo, acuérdase uno de aquellos

esqueletos de galeras
que foram descobrir mundos é mares.


Hay algo de solemne en la suprema sencillez de esta visión para quien lo mira con ojos que recorrieron la historia trágicomarítima de este

Jardim da Europa á beira-mar plantado.

Luego son puestas las barcas en movimiento. Liénanlas con las redes, y, haciéndolas resbalar sobre rodillos, las empujan á las espumosas olas, playa abajo. Los tostados dorsos van apretando contra los costillares de las barcas. Dejan sujeto en la arena el cabo de una de las dos cuerdas de la red. Montan en cada barca unos treinta tripulantes, media docena para tender la red y demás menesteres, y diez ó doce á cada uno de los dos grandes remos.

Espinho. Barco de pesca, Ao Leão d'Ouro, ed. Joaquim Sequeira Lopes, c. 1910.
Aveiro Cultura

Pues dos tiene cada barca, como dos aletas, con un gran ensanchamiento central que hace de estrobo. Y allá van, bogando á alta mar, para arrancarle su sustento, brillando al sol sus bronceadas espaldas, cogidos del remo, como los galeotes, dándose cara media á media docena de hombres en cada uno de los dos remos. Aléjanse de uno á dos kilómetros — en invierno más, pues en verano la sardina se acerca á la costa — , y antes de char la red rezan todos piadosamente. En otro tiempo, los tripulantes de las diversas barcas se peleaban por el sitio en que habían de tender la red, y volvían algunos descalabrados de la refriega.

Espinho. Sahida para a pesca da sardinha, ed. Violeta Primorosa, c. 1910.
Delcampe


A las tres horais de haber salido, vuelven, trayendo el cabo de la otra cuerda. Y es un espectáculo emocionante, y á las veces solemne, ver á las barcas de levantada proa esperar, con el cuello erguido, olas favorables y embes- tir luego á la arena entre cascadas de espuma y gritería de los que las esperan. Y luego, á tirar de las dos cuerdas de la red para recogerla. Tiran desde la playa con parejas de bueyes.

Esto de sacar las redes con parejas de bueyes es lo que más carácter da á la pesca en Espinho, asemejándola á una labor agrícola y prestando asidero á la imaginación para cotejar con la labor de los campos en esta región en gue, como digo, el mar parece se ruraliza.

Espinho. A caminho da rede, ed. Emilio Biel & Ca. n° 134, c. 1900.
Delcampe

En otro tiempo sacaban las redes á brazo, y los que del campo bajaban á esta penosísi- ma labor, estaban exentos del servicio militar. Bien decía el que dijo : « Bendigamos al que primero domó el caballo ; pues, si no, la mitad del género humano estaría llevando á cuestas á la otra mitad. » (Y á pesar del caballo, algo así sucede.)

Durante cosa de dos horas tiran, pues, de cada una de las dos cuerdas de cada red unas diez parejas de bueyecitos rubios, de larga y abierta cornamenta, ocho tirando á la vez y dos de reveza. Y allá los veis caminar pausados por la fina arena que se les hunde bajo las hendidas pezuñas, mansos y sufridos, aguijados por estas mujeres descalzas con su ceñidor á medio vientre y su sombrerito de labradoras, un rodete.

Espinho. Regresso do local da pesca, ed. Joaquim Sequeira Lopes, c. 1910.
Aveiro Cultura

Ese ceñidor, una faja que se ponen sobre el vientre, bajo la cintura, es característico de las mujeres del Aveiro ; sírveles acaso de apoyo en sus esfuerzos. Y el sombrero responde á la costumbre de llevar las cargas sobre la cabeza.

Espinho. Praia da pesca, ed. Joaquim Sequeira Lopes, c. 1910.
Aveiro Cultura

Y allá van los bueyes, arando el mar — y así le llaman, lavrar o mar — , uncidos con estos curiosos yugos del Norte y Centro de Portugal. No tiran con la testuz como en Castilla, sino con el cuello y la cruz de las espaldas, sobre las cuales se inclina el yugo, una pieza cuadrangular, de madera de alcornoque, llena de dibujos y tallados decorativos, en cuyo centro se destacan á menudo las armas de Portugal pesando sobre los bueyes.

Tales yugos son una de las cosas más curiosas que hay que ver por aquí. Varían sus motivos ornamentales, de trazado geométrico casi siempre, y en los que el señor Joaquín de Vasconcellos quiere ver un reflejo de la decoración romántica de las portadas de los templos. En Oporto vi el otro día que ha empezado á formarse una colección de estos yugos, lo cual es muy plausible, pero tiene á la larga un peligro, y es que, empezando á coleccionarse yugos en un museo, se acabe por construir nuevos modelos de ellos con destino á el ¿ No se hace acaso, con ocasión de un centenario, sellos para los coleccionistas ? En cuanto el hombre da en coleccionar algo, ya este algo tiende á hacerse artificial y destinado á colecciones, sin que falte quien suponga si habrá un oculto dios marino entretenido en fraguar nuevos tipos de diatomeas para los que las coleccionan, ó un dios Silvano fabricando nuevos insectos para los entomólogos. ¿ No se hacen acaso tipos de perros para los "aperrados"?

Y, entre tanto, los bueyecitos rubios, cabizbajos al peso de sus ornamentados yugos, soportando las armas de Portugal, siguen playa arriba, trillando la arena y tirando de las cuerdas de la red.

Espinho. Tiragem da rede e costumes, ed. Casa Primorosa c. 1910.
Delcampe

Cuando ésta aparece ya á la vista, aflorando las cercanas olas sus flotadores, empieza un vocerío rítmico y se van reuniendo hombres y mujeres. El vocerío éste tiene, como el que levantan ai botar al mar las barcas, algo de rítmico, en efecto. Oyéndolo, y oyendo sobre todo el canto con que acompañan el remo, he llegado á sospechar si el "fado", ese melancólico y quejumbroso canto portugués, que parece pedido de limosna al Todopoderoso, nació al compás del golpe del remo sobre las olas del "saudoso" mar.

Por fin aparece la red sobre la arena, arremolínanse en su torno, y al abrirla chispea al sol la plateada masa, palpitante más que de vida, de agonía.

Y es un espectáculo trágico el de aquel montón de vidas expirantes que se agitan al sol, junto á las olas de que salieron, al rumor del fado eterno del mar. Traen sustento de vida á los hombres, y una vez más se nos aparece como un vasto cementerio ese océano donde acaso se inició la vida y en cuyo seno palpita pode- rosa. ¿ Pero es que estas arenas mismas, lecho 'de muerte, no son en su mayor parte, acaso, restos de caparazones de seres en un tiempo vivos ?

La arena misma, ¿ no es un vasto cementerio ? ¿ No lo es el mar ?

Y como hombre que lee, lleva, quieras que no, un pedante dentro, recordaba yo las teorías de Quintón sobre la cuna de la vida y cómo del mar salimos. ¿ Volveremos al mar ?

Métense hombres en la masa palpitante, hundiendo en ella sus bronceados pies, y á paladas, separando acá y allá algún pescado, van llenando los rapicheles ó redaños, especie de cestos de red en que dos hombres para cada uno llevan la cosecha á tenderla en la arena, donde se hace el cernimiento por mujeres.

No puede ser mayor la analogía con una labor agrícola. Los bueyes sacaron del mar la mies del pescado, apareció en la arena como en la era la parva, y ahora viene el aventarla.

Espinho. Sacco de rede com sardinhaed. Violeta Primorosa (reimpressão n° 10), c. 1910.
Delcampe

Sentadas en la arena van las mujeres haciendo el apartado. Lo más de lo que sacan es espadilla mezclada de cangrejos, y no vale más que para abono de las tierras ; de veinticinco á treinta mil reis la redada, es decir, de 130 á 160 pesetas.

Si es sardina, llega á valer hasta 300.000 reis, esto es, unas 1.600 pesetas.

Y como cosa extraordinaria, de esas que se recuerdan diciéndose, «en tal día de tal año... » se habla de alguna redada que valió un contó, mil duros.

Las gentes que del interior de Portugal y de España vienen á baños, escudriñan maravilladas la cosecha del mar, admirando las extrañas cataduras de tantos peces que nunca vieron, por lo menos vivos. Son de oir los comentarios de los de tierra adentro.

La multiformidad de la vida es un espectáculo de interés inagotable, y un placer de los más puros ver al natural, y en vivo, lo que acaso se vio en estampa, sin acabar de dar crédito á su existencia.

Hacen la selección de la pesca, y luego se subasta allí mismo, en la playa, y en el momento de la subasta aparece el hombre fatídico de uniforme, el odiado ministro del Estado, el implacable representante del Fisco. Lo que cuesta ser nación, y nación pobre !

Espinho. Costumes portugueses. Venda de sardinha, ed. Violeta Primorosa, c. 1910.
Aveiro Cultura


En una charla que tuve con uno de los pescadores, las dos palabras que más se le venían á los labios eran las de contribución y la de hambre. Por dondequiera les persigue el Fisco, forma la más concreta que para ellos toma el Estado.

Parte de la pesca va á la fábrica de conservas, y allí se les ve descabezando y destripando sardinas, cuyos sanguinolentos despojos quedan en la arena para las gaviotas, parte va á la venta al detalle y una parte mayor en carretas celtas para abono de los campos. Los cangrejos no tienen otro destino. Y aquellos mismos bueyecitos rubios, de larga y abierta cornamenta, que tiraron de la red, llevan á los campos, en unos carritos del más antiguo tipo, en unos carritos célticos, de ruedas macizas, haciendo una sola pieza con el eje, y con dos aberturas para aliviarlas del peso, el abono sacado al mar.

Así vuelve la muerte á dar vida, y así devuelve el mar á la tierra algo de lo mucho, de lo muchísimo que de ella los ríos llevan á su seno. Y luego veis en el campo, junto á un maizal, ó junto á un linar de donde salen las redes, un montón de cangrejos ó de espadillas, pudriéndose al sol para enriquecer la tierra. Días pasados estaba yo en la playa viendo sacar las redes á la hora en que iba el sol á acostarse en sábanas de niebla sobre las aguas. Me aparté un poco del sitio donde vaciaban la red, para mejor gozar de la puesta del sol. Una puesta de una solemne majestad religiosa. Al ir á acostarse entre las leves brumas del ocaso, iba cambiando de forma el globo de fuego, como bajo el toque 6.c los dedos de algún invisible alfarero.

Era, en efecto, como cuando la masa de arcilla va transformándose dentro de un tipo general de vasija, al toque del alfarero. Luego empezó á hundirse en las aguas, y cuando parecía flotar sobre éstas un pequeño lago de oro encendido, reco- rríanlo de extremo á extremo vagas sombras. Cruzaban el cielo, sobre las olas, algunets gaviotas avizorando los despojos de la cosecha, y en la arena tendidas las parejas de bueyes, mientras los hombres subastaban la pesca, rumiando aquéllos, afanándose éstos, veían indiferentes, sin mirar, la puesta del sol en el seno del Océano. En sus grandes ojos mansos, ojos homéricos, se ponía también el sol en un mar tenebroso.

Espinho. Arrasto das redes de pesca, ed. Reis (Aurélio Paz dos?) & Dias, c. 1910
Delcampe

¡ Hermosa evocación ! El sol muriendo en las aguas eternas y los peces en la arena, los hombres mercando su cosecha marina, el mar can- tando su perdurable fado, los bueyes rumiando lentamente bajo aus ornamentados yugos, y, allá á lo lejos, las oscuras copas de los pinos empezando á diluirse en el cielo de la extrema tarde. Y junto á los pinos, en la costa, unos cuantos molinos de viento, sobrevivientes tam- bién de una especie industrial que empieza á ser fósil, moviendo lenta y tristemente sus cuatro brazos de lienzo.

Esta contemplación de la puesta del sol marino brisado por la canción oceánica, es una de las más puras refrigeraciones del espíritu ; pero, al detenerme así á mirarle con interés, temo que saque de entre las olas un brazo de luz y, extendiéndomelo, exclame quejumbroso: dez reísinhos, senhore!

Espinho. Pequenos vendedores de sardinha, ed. Grandes Armazens Herminios.
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No he presenciado, gracias á Dios, tormenta alguna que haya cogido á los pescadores en el mar, pero me dicen que es imponente espectáculo. Las mujeres chillan y lloran — aquí el canto es lloro y el lloro chillido — , acuden á la ermita de Nuestra Señora de la Ayuda y allí, de rodillas ante el templo cerrado, mezclan ruegos con imprecaciones.

¡ Cuán diferente el espectáculo de la pesca aquí y en la costa de mi tierra, en la brava costa cantábrica ! La botadura al mar de estas barcas seculares y la salida de las traineras de Bermeo, v. gr., son dos cosas que apenas se parecen. Como no se parece aquella costa de ásperas rocas á esta de blanda arena.

Espinho. A caminho da pesca, ed. Violeta Primorosa.
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Del siglo XII al XVI progresó la industria pesquera en Portugal. De las colmenas de pescadores salieron los navegantes, y las grandes navegaciones acabaron con las pesquerías. A mediados del siglo XIV, las ciudades de Lisboa y Oporto celebraban con Eduardo III de Inglaterra un tratado para el derecho recíproco de pesca en ambos países durante cincuenta años. Eran tiempos en que iban á la pesca de la ballena.

A principios del siglo XVI se acusa la decadencia, como efecto de los grandes y gloriosísimos viajes. De ochenta barcas de pesca que había en Vianna en 1580, no quedaba ni una sola en 1619 : todo lo arrastró la navegación al Brasil. Lo único que estas navegaciones les trajo para la industria pesquera fué el ir á los mares del Norte á pescar bacalao, lo cual perdieron luego, recobrándolo posteriormente.

Iban los navios portugueses en el siglo xvi á pescar bacalao en Terranova, y según el Tratado das ilhas novas, escrito por Francisco de Sousa en 1570, cuando esos navios fueron entre 1520 y 1525 por primera vez allá, se perdieron sin que se supiera de ellos sino por via de biscainhos que continuam na dita costa á buscar e á rescatar niuitas cousas que na dita costa ha.

Hay quien dice — el P. Carvalho en su Chorographia portuguesa por lo menos — que los portugueses descubrieron Terranova ; en mi tierra se oye decir que los balleneros vascos llegaban allá antes del primer viaje de Colón á América.

Espinho. Consertando as redes de pesca, ed. Violeta Primorosa, c.1910.
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¡ Qué tristeza infunde, después de recorrer con la memoria la espléndida historia de las glorias marinas de Portugal, la patria de los más grandes navegantes, ñjar ln vista en estos pobres mansos bueyecitos rubios tirando playa arriba las cuerdas de las redes, sumisas sus astadas testuces bajo los ornamentados yugos en cuyo centro brilla el blasón, un tiempo resplandeciente de gloria, de Portugal !

Espinho, Agosto 1908. (1)


(1) Miguel de Unamuno (1864-1936), Pesca de Espinho, Por tierras de Portugal y de España, 1911

Artigo relacionado:
A procura da arte e da xávega (em Espinho)
 
Museu de Espinho:
Museu Municipal de Espinho (esposições permanentes): Arte-Xávega
Museu Municipal de Espinho (blogspot): As origens da pesca com Arte-Xávega
Arte-xávega
As origens da pesca com arte-xávega
A fixação permanente dos núcleos piscatórios
A pesca com arte-xávega
O "barco-do-mar"
O pescado
As companhas

Padre André de Lima, Espinho: breves apontamentos para a sua história, 1903:
Espinho: boletim cultural. Vol. 1 n.º 1 (1979)
Espinho: boletim cultural. Vol. 1 n.º 2 (1979)
Espinho: boletim cultural. Vol. 1 n.º 3 (1979)
Espinho: boletim cultural. Vol. 1 n.º 4 (1979)

Mais informação:
Carlos de Passos, Barcos de pesca, Terra Portuguesa n° 35/36, dezembro 1922
Alfredo Pinheiro Marques, A arte-xávega da Beira Litoral e as suas embarcações, Revista da Armada n° 555, setembro-outubro de 2000
Jorge Branco, Pesca Tradicional na Laguna de Aveiro: Cais, Embarcações e Artes

Leitura adicional:
Raul Brandão, Os Pescadores, Paris, Ailland, 1923, 326 págs, 127,7 MB
Clara Sarmento, Práticas, discursos e representações da cultura popular portuguesa, 2007
Henrique Souto, Comunidades de pesca artesanal na costa portuguesa... 1998
Adolpho Loureiro, Os portos maritimos de Portugal e ilhas adjacentes, 1904
Maria João Marques, Arte Xávega em Portugal

quarta-feira, 8 de outubro de 2025

Galeria de aclamação do rei D. Joao VI

Quando chegou ao Brasil, em 1808, d. João era príncipe regente, título que ostentava de fato desde 1792 e de direito desde 1799, em virtude do impedimento de sua mãe por problemas de saúde. Entre 1808 e 1818, o Brasil passara de colônia a Reino Unido de Portugal, elevado em 1815; a guerra que tomou a Europa e causou a vinda da família real paraa América havia acabado; em 1816 a rainha morreu e o príncipe d. João tornou-se d. João VI. Em 1817, sua autoridade real foi desafiada pelos patriotas pernambucanos e por militares liderados por Gomes Freire Andrade em Portugal.

Vista exterior da galeria de aclamação do rei D. Joao VI em 6 de fevereiro de 1818
(Rio de Janeiro)
Jean-Baptiste Debret (1768-1848)
Wikipédia

Não é fácil compreender como todos esses acontecimentos, e as pressões que d. João passou a sofrer desde 1812 para que voltasse a Portugal combinaram-se para retardar a cerimônia de aclamação que, conforme o uso antigo, disse o próprio rei no decreto, sempre se realizava em momentos de transferência de poder da monarquia.

... escudo Real Portuguez,
inscrito na dita Esféra Armillar de Ouro em campo azul, com uma Corôa sobreposta...
Carta de Lei, pela qual Vossa Magestade Ha por bem dar Armas ao seu Reino do Brasil

Tampouco é claro como, e por quê, depois de tanto tempo, d. João decidiu-se por uma festa tão grandiosa e cara para um temperamento sempre referido como discreto e introspectivo e para uma monarquia considerada das mais pobres da Europa... (1)

O Paço transformou-se em uma praça imperial, na qual Montigny ergueu um templo de Minerva, que além da estátua da deusa abrigava outra de d. João VI, e um arco do triunfo foi desenhado por Debret e projetado por Taunay. Cada lado do arco continha colunas da ordem coríntia com estátuas de Minerva e Ceres, representando a sabedoria e a prudência do rei, além da fartura da terra.

No arco estava encenado, à direita, o desembarque do rei, amparado pela América e recebendo as chaves da cidade. À esquerda, o soberano recebia as homenagens das Artes e Comércio, em reconhecimento pelos favorecimentos de d. João, intitulado Libertador do Comércio, no friso que encimava as armas do Reino Unido no centro do arco, gravado com J.VI.

No meio da praça, um obelisco de mais de cem palmos de altura e “à imitação das agulhetas do Egito” que “fingia ser de granito”... (2)


(1) Jacqueline Hermann, O rei da América...
(2) Idem

Artigos relacionados:
Museu da Restauração
Galeria de aclamação da rainha D. Maria I

domingo, 5 de outubro de 2025

Galeria de aclamação da rainha D. Maria I

Quando chegámos ao Terreiro do Paço já nele se comprimia uma multidão de gente das mais variadas condições, não só de Lisboa e arredores, mas vinda de terras mui distantes para presenciar a grande solenidade da Aclamação e as festas que se vão seguir. Quatro regimentos de infantaria se formaram em batalha, na dita real praça, fazendo frente para a varanda.

Cerimónia de Aclamação da rainha D. Maria I em 13 de maio de 1777
(Lisboa)
Joaquim Carneiro da Silva (1727-1818)
Wikipédia

Esta, onde teve lugar a cerimónia, é uma obra magnificente, erguida onde eram os antigos Paços da Ribeira. Delineou o seu risco felicíssimo o sargento-mor Mateus Vicente de Oliveira e compõe-se duma galeria com vinte e oito arcos, rematada ao norte e sul por dois corpos de nobre arqui­tectura com escadarias repartidas em tabuleiros por onde se sobe para a Varanda. 

Mede esta galeria 473 palmos de comprido por 45 de largo e está adornada exteriormente com figuras alegóricas, trofeus, medalhões e festões de seda de soberbo efeito, e interiormente com sanefas de veludo carmesim franjadas a oiro, alcatifas de França de riquíssima qualidade e painéis no tecto de surpreendente pintura.

Ao fundo da galeria, o trono para Suas Majestades, ornado de seda e talha sobre-doirada, de tão primoroso artifício que não se torna possível descreve-lo. (1)


(1) Amador Patrício, Grandes Reportagens de outros tempos, Lisboa, E.N.P.,1938

Artigos relacionados:
Museu da Restauração
Galeria de aclamação do rei D. Joao VI

Leitura relacionada:
Maria Manuela Milheiro, Festa, Pompa e Ritual... aclamação de D. Maria I
Mónica R. M. R. Queiroz, O Arquitecto Mateus Vicente de Oliveira (1706-1785) uma práxis original na arquitectura portuguesa setecentista, 2013

segunda-feira, 29 de setembro de 2025

Efémeros e imaginários

José Caetano Cyriaco (1740?-1800?)

Vista do Terreiro do Paço da Praça do Comércio em Lisboa tirada de poente, idealmente figurada segundo o projecto de Carlos Mardel. O alçado oriental é dominado pelo torreão de planta quadrangular, junto ao rio, encimado por cúpula verde e zimbório. A meio do alçado norte, perspectivado, quatro imponentes colunas clássicas servem de pés-direitos ao arco de triunfo.

Desfile do Terreiro do Paço na Praça do Comércio, José Caetano Cyriaco, 1794(?)
Cortejo da entrada do embaixador conde de Fernán Núñez, por ocasião dos esponsais da Infanta D. Mariana Vitória com D. Gabriel de Bourbon em 11 de Abril de 1785*
Museu Nacional dos Coches/Raiz

Este, é coroado por dois corpos pétreos escalonados: no primeiro, destaca-se um frontão angular, e no segundo rasgam-se arcos de volta perfeita. Cinco estátuas de vulto perfeito interrompem a platibanda que unifica o conjunto arquitectónico.

A praça é dominada pela estátua equestre de D. José I, inaugurada em 1775, à frente da qual desfilam, no estuário do Tejo, inúmeras embarcações. Um cortejo de gala constituído por nove coches conduzidos por cocheiro e sota e puxados por duas parelhas, percorre a praça no sentido sul/norte.

O coche real, identificado pela coroa que o encima, é seguido pela Guarda real a cavalo, envergando librés verdes e vermelhas. Ao centro do terreiro, junto ao arco de triunfo, um pelotão aguarda a passagem do cortejo, ao qual assistem inúmeras personagens perfiladas em primeiro plano.

Com excepção do enquadramento arquitectónico, nesta composição predomina a mancha cromática sobre a linha de contorno, sendo aquela sugerida por pinceladas curtas e sobrepostas. Esta técnica, associada ao facto de o pintor trabalhar com pigmentos muito diluídos, confere à composição um aspecto fluido e "esfumado" que, de algum modo traduz a luminosidade tão características das zonas ribeirinhas da cidade... (1)


(1) Raiz

* Os dados referentes a esta imagem (na legenda) foram-nos gentilmente cedidos pela Professora Doutora Ana Maria S. A. Rodrigues (CHUL), que muito agradecemos. Foi capa de cartaz do Congresso Internacional Corte eDiplomacia na Pensínsula Ibérica (séculos XIII-XVIII), 13-14 Julho 2016, FLUL. Quanto à imagem, devemos um agradecimento à museóloga Graça Santa-Bárbara, do Museu Nacional dos Coches. Não podemos deixar de referir o facto, extraordinário, de a estátua de D. José I se apresentar, nesta pintura, quase junto ao rio, e não no sítio onde deveria estar, e onde ainda se conserva hoje em dia (...) 
cf. M. Rafaela Moreira, A iconografia olisiponense na pintura de autor no mercado de arte... 2016

Informação adicional:
Milton Pacheco, Ocupado para uma real festa. As festividades em torno dos matrimónios régios de 1785 oferecidas pelo embaixador extraordinário o VI conde de Fernán-Núñez no Palácio da Inquisição de Lisboa

Artigos relativos ao conde de conde de Fernán-Núñez:
Antigo surgidouro e Praia do Rastello
O naufrágio do San Pedro de Alcántara

segunda-feira, 22 de setembro de 2025

Antigo surgidouro e Praia do Rastello

A Torre de Belém (ou de S. Vicente em memória da chegada das relíquias deste Santo a Lisboa) ficou rodeada da água do Tejo pelas quatro faces, e entre ela e a margem do lado norte podiam navegar pequenas embarcações. Do lado sul formou-se um estrangulamento do rio, a que chamavam Barra do Rastello, entre a Torre de Belém, e a Torre Velha no Almaraz (nome da encosta que se eleva desde Cacilhas à Trataria)...

The Mouth of the River Tagus
Jean Pillement, óleo sobre tela, 1785
Art & the Country House

Podemos fazer uma ideia do que restava da Praia do Rastello 200 anos depois de concluída a Torre de Belém, examinando um quadro pintado em 1786 pelo francês Jean Pillement, quando nesse ano veio a Peniche ver o local onde, em 2 de Fevereiro do mesmo ano, naufragára o galeão espanhol "São Pedro de Alcântara" (v. artigo relacionado), que vinha do Callao (Perú) para Cadiz, com 470 pessoas a bordo, das quais pereceram 300... Esse quadro ofereceu o seu autor ao conde Fernán Núñez, que foi Embaixador de Espanha em Lisboa no reinado dc Carlos III, sucessor da coroa de Castela por morte de seu irmão, Fernando VI, em 1759.

Embocadura do Tejo
Jean Pillement, 1785
MIDAS Open Edition

O assoreamento, que com o decurso dos anos, ligou a Torre de Belém à terra firme, deve ter começado nos meados do século xviii, tanto a jusante, corno a montante, da face norte da Torre, porque o convento das dominicanas irlandesas no Bom Sucesso, a pouca distância da Torre, edificado em 1638 e concluído em 1638, era banhado pela água do Rio Tejo (v. artigo relacionado), assim como as muralhas dos terraços da casa, comprada por D. João V em 1745, onde viveu o último Duque de Loulé (D. Pedro), situada perto daquele convento. Do referido assoreamento resultou a formação da Praia do Bom Sucesso a leste da Torre, e a construção do forte do Bom Sucesso, a oeste... (1)

O lugar de Belém tinha em 1712 duzentos e dez "vizinhos" (moradores); e o bairro de Belém foi criado no reinado de D. José I, depois do terramoto de 1 de Novembro de 1755. Assim na Portaria de 29 de Julho de 1864 se diz que o Médico efectivo das "visitas de saúde" aos navios no Bom Sucesso, devia residir no Bairro de Belém. Este Bairro pertencia ao Concelho de Lisboa, donde foi desanexado e elevado a Concelho pelo Decreto de 11 de Setembro de 1852, e voltou a pertencer ao de Lisboa por Decreto de 22 de Julho de 1886, para se aumentar a área da cobrança do imposto de consumo, o qual foi abolido pelo artigo 69.° da Lei n.. 1.868 de 22 de Setembro de 1922... A freguesia de Santa Maria de Belém formou-se em 1834, (desanexada da de Ajuda) com sede na igreja dos Jerónimos.

Vista do Tejo e de Belém
Jean Pillement
MNAA/Palacio Nacional de Queluz

Da antiga Praia do Restello poucos vestígios restavam antes da rectificação (ou alinhamento) da margem direita do Tejo desde a Ribeira de Alcântara (transformada em Caneiro) até à Torre de Belém, porque grande porção dela foi incluída, talvez, em 1880, no largo em frente do templo dos Jerónimos, limitado ao norte por uma alameda arborizada com amoreiras (onde os rapazes das escolas iam colher folhas para alimentar bichos da seda), e ao sul por una muralha com duas rampas, o Cais dos Jerónimos. (2)


(1) Revista Municipal n° 53, 1952
(2) Idem

Informação relacionada:
O naufrágio do San Pedro de Alcántara
O Tejo de Jean-Baptiste Pillement
Praia do Bom Sucesso por Tony de Bergue
Typos e costumes populares
etc.

A view of Castle of Belem at the entrance of the Port of Lisbon
Alexandre Jean Noel, 1793
Museu de Lisboa

sábado, 20 de setembro de 2025

Alegoria da esperança

José Júlio de Souza Pinto (1856-1939)

Na Bretanha, a mulher, uma âncora por perto, a esperança. A jovem com os olhos cobertos, justiça, talvez.

Barco desaparecido, José Júlio de Souza Pinto, 1890 
MNAC

Na Póvoa, as ondas do oceano não me perseguem, se bem que os fascínios de outrora se tenham transformado em paixão.

A volta dos barcos, José Júlio de Souza Pinto, 1891.
Douta melancolia

E a arte, essa sim, não tem fim...


Tema:
Póvoa do Varzim

Mais informação:
Occidente n° 469, 1892
Octávio Lixa Filgueiras, O barco poveiro, Câmara Municipal da Póvoa de Varzim, 1995
Carlos Carreto, Imaginários do mar, antologia crítica, 3
Francisco da Fonseca Benevides, Escola Industrial Pedro Nunes em Faro, Museu Industrial Maritimo, catalogo illustrado das collecções, 1891

Raul Brandão:
Raul Brandão, Os Pescadores, Paris, Ailland, 1923, 326 págs, 127,7 MB
Raul Brandão: Um percurso
Evocação de Raul Brandão (Vitorino Nemésio recorda a figura de Raul Brandão)
Inauguração do monumento a Raul Brandão

Archivo pittoresco:
Póvoa do Varzim n° 9, 1868 (I e II)
Póvoa do Varzim n° 22, 1868 (III e IV)
Póvoa do Varzim n° 22, 1868 (V e VI)
Póvoa do Varzim n° 25, 1868 (VII)
Póvoa do Varzim n° 29, 1868(VIII)
Póvoa do Varzim n° 30, 1868 (IX)
Póvoa do Varzim n° 33, 1868 (X)
Póvoa do Varzim n° 37, 1868 (XI)
Póvoa do Varzim n° 38, 1868 (XII e XIII)
Póvoa do Varzim n° 46, 1868 (XIV e XV)

segunda-feira, 15 de setembro de 2025

A parada militar de 18 de dezembro de 1815

A Brilhante parada que hontem, por motivo do anniversario da nossa Augusta Soberana, fizerão as Tropas de Linha e Milicias desta Capital, ás quaes se veio reunir a nova Divisão dos Voluntarios Reaes do Principe, commandada em Chefe pelo Tenente General Carlos Frederico Lecor, apresentou ao numeroso concurso dos habitadores desta Cidade que a vêlla se apinhou, hum dos mais pomposos espectaculos pelo aceio e garbo marcial de todos os Corpos. 

Formatura dos Regimentos de Voluntários Reais do Comércio, no Rossio
Nicolas Delerive, 1815
Arquivo Municipal de Lisboa/
MNAA(?)

Entre os de linha se não podia facilmente designar a algum delles a palma da primazia; pois se notava em todos o particular esmero dos seus respectivos Chefes em apresentarem as tropas do seu commando dignas do sempre iliustre nome de Guerreiros Portuguezes. 

Ao vêr estes aguerridos Soldados, desperta vão-se em nossa imaginação as victorias que coroárão de louros os guerreiros Portuguezes no Douro, no Bussaco, em Albuera, em Ciudad-Rodrigo, em Badajoz, em Arapiles, em Victoria, nos Pyrenéos, em S. Sebastião, no Nivelle, Nive, e Adour, em Orthez, e nas margens do Ers e Garona, em toda a parte em fim onde na ultima gloriosa luta lhes foi preciso combater, devendo-lhes em grande parte Portugal a independencia, a Hespanha a liberdade, a França o paternal Governo dos Bourbons, a Inglaterra e o seu Grande Wellington trofeos e gloria immortal pela invencivel força com que, unidos os Portuguezes e Bretões debaixo do commando de Arthur, contrastáráo intrepidos os bellicosos Exercitos e os mais habeis Generaes do inimigo commum da Europa.

Entrárão pois successivamente as Tropas de Linha e Milicias na espaçosa Praça do Terreiro do Paço, e ruas immediatas, depois das 11 horas, e ficou reservada a Praça do Rocio para os quatro Batalhões de Caçadores, que formão as duas Brigadas do Corpo de Voluntarios Reaes do Principe, que perto do meio-dia entrarão e se formárão na dita Praça, attrahindo particular attenção dos espectadores a firmeza, continencia marcial, e alto grao de disciplina a que este Corpo tem sido elevado pelo seu illustre Commandante em Chefe, e pelos Brigadeiros Avellez, e Pizarro, que vinhão á frente das suas respectivas Brigadas.

Chegou pouco depois á Praça do Rocio o Illustrissimo e Excellentissimo Tenente General Francisco de Paula Leite, Governador das Armas desta Capital e Provincia, e cumprimentado o Illustrissimo e Excellentissimo Tenente General Lecor, feitas as continencias pela tropa, e passada revista aos quatro Batalhões, se encaminhárão ambos os Generaes ao Terreiro do Paço, d'onde voltárão a postar-se, com os seus luzidos Estados Maiores, (unindo-se-lhes o Illustrissimo e Excellentissimo Tenente General, d'Artilleria, José Antonio da Rosa), junto do Portão do Palacio do Governo. 

– Tinha dado o Castello de S. Jorge e as Fortalezas a costumada salva ao meio-dia; e á huma hora em ponto começarão no Terreiro do Paço as tropas as descargas, principiando cada huma das tres pelos Parques de Artilheria, seguida immediatamente em toda a linha da Infanteria.

Acabadas as descargas passarão os Generaes Leite e Lecor ao meio da Praça, onde o primeiro entoou por tres vezes o Viva á nossa Augusta Soberana " a que em toda a linha as tropas e o povo correspondêrão com enthusiasmo; acção que depois repetio o General Lecor, com as mesmas circumstancias. 

Passou depois o Governador das Armas, ao lugar que anteriormente occupava, e principia rão as tropas a desfilar pela sua frente na ordem seguinte: Rompião a marcha dois Esquadrões de Cavallaria dos Regimentos N.º 1 e 4, e após elles a Cavallaria dos Voluntarios Reaes do Commercio; vinha depois hum Parque de Artilheria Montada, do Regimento de Artilheria N.° 1, de 3 peças e 1 obuz; e,  formados em columna, começárão então a marchar os Voluntarios Reaes do Principe a cuja frente se pozera o seu Commandante em Chefe, que, conduzindo a Divisão até principiar a desfilar pela frente do Governador das Armas, passou a tomar lugar ao lado deste, (ao qual estava tambem unido o Tenente General Rosa), o que igualmente forão fazendo os dois Commandantes das Brigadas desta Divisão. 

– Marchárão em seguimento della os dois Batalhões de Artilheiros Nacionaes Oriental e Occidental, e atraz delles hum Parque de 5 peças e 1 obuz, do sobredito Regimento de Artilheria N.° 1. 

– Forão avançando immediatamente a Brigada de Infanteria N.° 1 e 16, outro Parque de 3 peças e hum obuz, e a Brigada N.° 4 e 13, o Regimento da Guarda Real da Policia, e o ultimo Parque de Artilheria Montada de 5 peças e 1 obuz.

– Desfilárão consecutivamente os dois Regimentos de Milicias Oriental e Occidental, o de Infanteria do Commercio, e fechárão a marcha os dois Batalhões de Atiradores Oriental e Occidental, finda a passagem dos quaes se retirárão o Governador das Armas, e os Tenentes Generaes Lecor e Rosa, ficando o innumeravel concurso regosiado de vêr este esplendido apparato militar, que no seio da doce paz se não mistura com funestas recordações. (1)


(1) Gazeta de Lisboa, 19 de dezembro de 1815

O mesmo quadro foi referenciado em 1947, por ocasião das Comemorações do VIII centenário da tomada de Lisboa, com o número 438, "Junot passando revista às tropas no Rossio", no "Catálogo da exposição de documentos e obras de arte relativos à história de Lisboa, MNAA".

Junot passando revista às tropas no Rossio, anónimo.
Pertence ao Ex.mo Senhor Eduardo Mendia.
Catálogo da exposição de documentos e obras de arte relativos à história de Lisboa, MNAA, 1947


Informação relacionada:
Nicolas Delerive (1755-1818)
Para defender a Vossa Alteza!

Mais informação (cf. Os voluntário reais, O jovem marquês de Fronteira e o desfile...):

Numa das memórias mais conhecidas referentes a este momento histórico, D. José Trazimundo Mascarenhas Barreto, 7.º marquês de Fronteira (1802-1881), relembra em 1861 as emoções invocadas pelo desfile de 18 de dezembro de 1815, 46 anos antes, com que a Divisão de Voluntários Reais se despedia de Lisboa, e a que assistiu com a tenra idade de 13 anos. 

Carlos Frederico Lecor, comandante da Divisão destinada ao Brasil, havia sido não só o ajudante de ordens do Marquez de Alorna, entre 1805 e 1808, mas era um amigo devotado da família e da inteira confiança de D. Leonor, a 4.ª marquesa de Alorna, especialmente durante o seu exílio em Londres, por ordem da Regência.

ooOoo

«A Divisão de Voluntários de El-Rei, antes de embarcar para o Brazil, formou em grande parada na praça do Rocio, debaixo do commando do seu General em chefe, [Carlos Frederico] Lecor. Os Governadores do Reino assistiram à parada na varanda do palacio da Regencia. A Divisão era o corpo mais brilhante que tem sahido das fileiras do Exercito portuguez. Tanto os officiaes, como os soldados, eram jovens, mas aguerridos, tendo feito todas ou parte das campanhas da Guerra Peninsular. O uniforme era dos mais elegantes que havia nos exercitos da Europa: o antigo uniforme dos nossos caçadores, que tinha reputação de elegância, entre os entendedores.

O General Lecor era o typo dum verdadeiro soldado e seguia-o um brilhante Estado Maior.

As duas Brigadas de Caçadores eram commandadas por dois jovens Generaes que fizeram a Campanha Peninsular com grande distincção, os Brigadeiros [Jorge de] Avillez [Zuzarte Ferreira de Sousa] e [Francisco Homem de Magalhães Quevedo] Pizarro.


Minha avó [D. Leonor de Almeida Portugal, 4.ª marquesa de Alorna (1750-1839)] estava comnosco, nas minhas casas do Rocio, onde foi visitada pelo antigo Ajudante de campo de seu irmão, General Lecor, accompanhado de muitos officiaes que tinham servido com meu tio, entre elles o General [Francisco de Paula] Azeredo [Teixeira de Carvalho] que ha pouco morreu. Tristes recordações seriam as de minha Avó, ao despedir-se d’aquelles officiaes, lembrando-se de que, poucos annos antes, os tinha visto naquella mesma praça, fazendo parte da Divisão de Alorna, do commando de seu irmão e meu tio, o Marquez de Alorna.

Foi a ultima vez que vimos o General Lecor.

A partida para o Brazil d’esta bella Divisão produziu no publico um triste effeito. Antes d’isto, havia partido um quadro consideravel de officiaes debaixo das ordens do Coronel de cavallaria, Visconde de Barbacena, indo nelle meu cunhado D. Gastão da Camara, hoje Conde da Taipa.

A Divisão de Voluntários de El-Rei levava um numero consideravel de officiaes distinctos e pretencentes à primeira sociedade do paiz. O Coronel João Carlos de Saldanha, hoje Duque de Saldanha, fazia parte do Estado Maior do General.

O povo, impressionado pelas repetidas requisições de gente e de dinheiro para o Brazil, principiou a murmurar seriamente e a agitar-se.» (*)


(*) Memórias do Marquês de Fronteira e Alorna D. José Trazimundo Mascarenhas Barreto... Coimbra, Imprensa da Universidade, 1926, pp. 152-153 (cf. Os voluntário reais, O jovem marquês de Fronteira e o desfile...)